Un fantasma no
puede estar en dos lugares al mismo tiempo.
Algo que no
produce sombra, que no tiene reflejo
y que sólo existe
en los ecos;
algo así, no
puede dividirse.
Es una entidad
capaz de mover objetos en el plano de lo real.
Alejarlos de su
posición original, pero nunca traerlos de vuelta.
No puede empujar algo más allá del abismo,
No puede empujar algo más allá del abismo,
no puede quebrarlo, no puede romperlo,
pero puede
encaminarlo, a la destrucción.
El fantasma no
caminará hasta el final, porque sabe,
sabe que una vez
ahí, será arrastrado junto con la víctima,
a ese lugar donde no
hay sonidos ni reflejos.
Más allá de la
luz, donde se agrieta la oscuridad,
donde el frío tiembla de miedo,
donde la piel grita,
Donde los ojos no
existen.
El fantasma no
puede mirar, puede sentir
y puede hacerte
sentir que lo ves, pero no es ahí.
No es ahí donde está.
No es ahí donde está.
Empuja al pasado
hasta hacer que su fría nariz
toque la madera
de tu puerta.
No puede
esperarte del otro lado
porque no puede
dividirse.
Existe aunque no lo pienses.
No puede
nombrarse a sí mismo.
No puede hacerlo porque no sabe quién más está.
No puede hacerlo porque no sabe quién más está.
Habla, sin emitir
sonido, el idioma del momento.
Huele a interiores. Interiores que se doblan.
Interiores que salen.
Huele a interiores. Interiores que se doblan.
Interiores que salen.
El muro se da
vuelta. Se desprende un poco de polvo.
El sonido de arena cayendo cesa. El tiempo se detiene.
El fantasma está
de espaldas.
Su cuello se
dobla, la garganta se abre.
Esa sensación helada cuando la piel se abre
y la oscuridad se derrama.
Gotea y de repente cae de a chorros.
El cuerpo ya no está.
Gotea y de repente cae de a chorros.
El cuerpo ya no está.