Un domingo cualquiera, cuando uno se levanta muy tarde y se da cuenta que ya es hora de comer, percibe ese aroma a domingo, ese aroma que nos dice -Sí, mañana es lunes, te queda poco tiempo para hacer las cosas que deberías haber hecho durante el fin de semana-, comemos, dormimos la siesta, merendamos y a las 9 de la noche nos ponemos a trabajar. Bueno, en vez de eso... una siesta, después de tomar helado con mi colega Anita, nos metimos en la Iglesia de los Capuchinos y bueno, así es por dentro. La muestro para todos los que pasan por fuera y no entraron nunca. Un edificio bastante tétrico para pasar la noche a la luz de las velas. Pero bueno, con todo lo que el cristianismo representa históricamente se podría decir que arquitectónicamente transmite eso, da miedo.
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