....No se notaba absolutamente nada. El cadaver había sido ocultado perfectamente. Qué se podía esperar con tanta experiencia ocultando cadáveres. Jamás había dejado que se encontrara alguno. La peor parte sin duda alguna era volver para llevarlo a mi casa antes de que se pudra.
Comer carne humana es un placer, un placer mayor que la muerte. Lo que no entiendo son esos hijos de puta, asquerosos que violan a sus víctimas cuando ya están muertas... la verdad que jamás me sentí atraído por ningún cadáver, jaja. Eso sí, jamás violé a mis víctimas, ni vivas ni muertas. Todas fueron mujeres.
En éstos tiempos y mucho más, en éste lugar es difícil encontrar buen sexo. Y Cuando uno lo encuentra sería una estupidez arruinarlo todo por el maldito placer de comer carne humana y despedazar un cuerpo tan bello como el de una hermosa dama. No señor, yo prefiero disfrutar de dos cosas totalmente distintas. Hasta el día de hoy jamás pude elegir con cual me quedaría si me dieran a elegir uno de los dos.
El matar a mi hermana me hizo llorar varias veces durante un año después de ocurrido el hecho, trágico según algunos. Sentía mucho dolor al ver tan destruídos los corazones de todas las personas que la querían. Yo la odié toda mi vida, jamás conocí a alguien tan hipócrita y egoísta como ella. Eso si, poseía tanta belleza física que buscarle defectos era una total pérdida de tiempo. Jamás pude encontrarle uno en veintiun años de mi vida. Pero destruír esa obra de arte fue algo indescriptible. Sentir esa piel tan pero tan suave en mis manos. Ver como la sangre con un rojo tan intenso manchaba la hermosa piel blanca de mi querida hermanita. El placer llegó a su punto máximo al oír esos gritos que penetraban en mi cerebro sentía que en cualquier momento me quedaba sordo, pero seguí...
El movimiento empezó a disminuír, me di cuenta de que ya no necesitaba hacer tanta fuerza para sostener esas frágiles muñecas. Esa mirada que hasta el día de hoy la recuerdo perfectamente, sus ojos no entendieron absolutamente nada hasta el momento en que su horrible corazón dejó de latir.
Tenía mi cabeza apoyada encima de su tibio pecho escuchando como su mecansimo dejaba de funcionar.
Patricio Corvalán
Foto: MrKostas