martes, 30 de diciembre de 2008

¿Qué opinaba John Ruskin de la Fotografía a mediados del siglo XIX?

Dirigiéndose a su padre, desde Martigny, donde se había detenido al volver de Italia, escribía: “Hace bastante frío en el corredor de este viejo convento. Experimenté un muy curioso sentimiento al mirar uno de mis daguerrotipos de la plaza San Marcos (donde, hace quince días, comía helados al aire libre a las diez de la noche), instalado aquí junto a un fuego de leños”. Ruskin no pensaba en los monumentos cuya ruina posible entristecía a Baudelaire; la fotografía, contemplada desde el lugar donde se encontraba, le permitía un ida y vuelta de ayer a hoy, no le interesaba tanto por el objeto representado como por las comparaciones que autorizaba. La mención del corredor, en apariencia inútil porque Ruskin se encontraba en una habitación bien calefaccionada, no era fortuita, simbolizaba a la vez el corredor que va del objetivo a la placa y el vaivén de Venecia al convento. Así, según Ruskin, la fotografía estaba viva porque un ser vivo la miraba y relacionaba en su presente diferentes momentos del tiempo.


Los fotógrafos de esa época se pusieron totalmente al servicio del pasado, ‘salvando’ libros, estatuas y monumentos, antes de entregarse a una búsqueda original sobre los efectos de la luz.

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