Lo catastrófico es el cesped, crecido pero abierto en el medio. Una pareja emerge de ese círculo de austera densidad vegetal. Ambos desnudos. Él coloca un moño de un azul desaturado en su cabellera rubia y perfecta. -Nada es perfecto- piensa ella con un libro abierto, de tapa blanca, mirando hacia otro lado. No lee porque el aroma y el calor de su chico la distraen. Le gusta distraerse. Su nivel de sarcasmo y su capacidad para relacionar cosas sobrepasan de una manera tierna los de él. Él reconoce, aunque sólo para sí, sus limitaciones para entenderla y por eso la admira. La ve inalcanzable y al mismo tiempo la tiene a su lado, a la inversa de las letras de Ulrich.
Al fin la sequedad llegó y ahora los abrazos pueden ser más intensos. Esas manos que intentan dar dos vueltas al cuerpo y esa boca que se incrusta en el cálido cuello, donde descansa la noche, parecieran querer cubrir todo su despliegue femenino y contenerlo. La noche fresca se va convirtiendo en una tibia mañana que no puede atravesar el vidrio.Los pliegues de la ropa en el suelo descansan y existen hasta que ellos despierten.
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