"Por lo tanto, la informática se encuentra en el corazón del régimen perceptivo contemporáneo, cuando el ojo, primero solo y luego con su prótesis, la cámara, se hallaba en el corazón de los sistemas precedentes. La imagen analógica daba cuenta de un estado de hecho, mostraba, con las deformaciones de que hemos hablado, las apariencias y el movimiento de cuerpos perceptibles por el ojo humano. La observación informática analiza radiaciones que escapan a la vista y codifica sus componentes, penetra los cuerpos sin traumatizarlos, por tanto sin alterar su funcionamiento.
A partir de los datos registrados por la computadora, resulta fácil operar simulaciones, por ejemplo, instaurar contrastes entre las partes de un conjunto, digamos la distribución de las tensiones energéticas en el universo, o las modificaciones que acarrea la actividad metabólica de tejidos vivos, para ofrecer de ello una imagen teórica que nada corresponde a lo que la mirada es capaz de captar pero que transpone en el espectro visible lo que nos resulta invisible. Tratados con otros programas, los mismos datos se volverán dinámicos, restituirán el volumen, las modificaciones en el tiempo, la evolución futura de un cuerpo. Mientras que el cine registraba cambios en el momento en que estos ocurrían, la computadora puede construir transformaciones, hacer que un tumor de desarrolle o involucione, que una planta se marchite y luego vuelva a nacer.
Sabemos que la imagen analítica estaba determinada por la elección de un sistema óptico. La informática, en cambio, depende de los códigos de transcripción definidos por el creador; de este modo, no percibimos los fenómenos invisibles y sólo vemos de ellos una transposición establecida a partir de dichos códigos.
¿Qué nombre dar a semejante imagen?
La variedad de las expresiones que sirven para designarla muestran hasta que punto sorprende y estorba.
Se la puede llamar ‘numérica’ o ‘digital’, por estar hecha exclusivamente de notaciones binarias del tipo presencia/ausencia.
La imagen sintética ya permitía representar diferentes aspectos de un cuerpo, pero el usuario no tenía ninguna iniciativa personal, no veía más que lo que se había dibujado, cuando la computadora, por el contrario, le permite escoger lo que le interesa, agrandarlo, transformarlo. Sin embargo, es el adjetivo ‘virtual’ el que, en mi opinión, más conviene a la imagen informática, porque ‘digital’ es una indicación meramente técnica, e ‘interactiva’ concierne esencialmente a un tipo de uso. A diferencia de la imagen sintética o la analógica, la virtual n se basa necesariamente en un objeto reproducido del mundo; puede ser puro movimiento, sin vehículo ni objeto, puede ser más que una sensación y no mostrar nada en absoluto. La imagen virtual no tiene un soporte que el usuario pueda tocar, no está ligada a papel, como la fotografía o el dibujo, ni con la película o la banda magnética, como el cine o el video. Pautada por códigos modificables, carece de estructura previa o formato específico, e implica en potencia una capacidad indefinida de actualizaciones, muhcas de las cuales jamás lo serán. Para decirlo en pocas palabras, es fundamentalmente impalpable, tanto en su construcción como en su ejecución, y precisamente en esto supera a la interactividad.
La imagen analógica construía cierta verdad, hacía ver el mundo en un eje particular pero dependía estrechamente de dicho mundo y de las coordenadas que le son propias. Bien utilizada, la imagen virtual descubre universos desconocidos, ajenos a las dimensiones humanas.
De manera más trivial, sobre algunos indicios reconstruye en forma meticulosamente exacta y convincente acontecimientos que jamás ocurrieron, simula, deforma, borra. Es comprensible por qué se anuncia aquí un nuevo régimen perceptivo. La imagen analógica había valorizado la percepción ocular, siendo evidente para todos que una foto extraía su origen de un fragmento del mundo. Con la imagen virtual, la creencia en la realidad física de un modelo cuya foto sería una analogía se vuelve ilusoria, y el ojo, que se niega a ser engañado, se divierte sabiendo que no debe confiar en nada de lo que se le muestra."
(*"El Siglo de la Imagen Analógica", Pierre Sorlin)
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