domingo, 3 de febrero de 2013

Los domingos también se perciben en vacaciones.

Cada día tiene su propia nitidez. Cada mañana el hormigón y la madera del edificio en construcción del frente se ven distintos.
Si el libro es bueno y lo leemos dentro de dos años, será otro libro. Si el libro es una mierda, bueno, seguirá siendo una mierda. El café con leche sale distinto cada mañana, su gusto varía incluso según cuánta agua tomé al levantarme, según cuántas horas dormí y según qué haya soñado. Cabe aclarar que las proporciones son siempre las mismas, 1 de café y 3 de azúcar. Me rehúso a creer en leves modificaciones en los ingredientes.

Todo cambia todos los días, como también las tardes y las noches. Pero sobre todo se nota a la mañana. Abrir los ojos, agarrar el celular, ver los pliegues de las sábanas, incrustar la nariz en la almohada, mirar por la ventana frunciendo el ceño, tomando aire y estirando los brazos.
Cada mañana mi letra es distinta, a veces todas las palabras están pegadas al renglón y las letras son de tamaños similares; a veces sus proporciones son aleatorias y algunas letras tienen la capacidad de levitar, según qué tan dormido esté su dibujante. (numb)
Muchas cosas pueden ser diferentes según que tan dormido esté uno, incluso uno mismo ante el espejo del baño, y por qué no, ante el espejo del tiempo.
La taza ya está vacía.

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