lunes, 18 de junio de 2012

Despedidas

Demasiado contacto con la muerte estos últimos dos meses. Esos días fríos son puntos de inflexión, instantes en los que de repente nada tiene sentido y algunas cosas que no lo tenían lo adquieren de la forma más dramática. Las cuerdas raspando los caminos de concreto. El metal de la herramienta cayendo al suelo a descansar.
La primera palada de tierra, el sonido más sórdido de todos. Tengo la impresión de que nuestra mente nos traslada debajo de la madera en ese preciso momento, luego, las siguientes, las oímos desde afuera. Pero este traslado es paulatino. Y simbólico.
En ese momento de angustia, en esa despedida tremenda, el resto de la ciudad desaparece. Los edificios, las plazas, las calles, los autos... todo desaparece. Sólo el césped, las montañas, algunos pájaros y los llantos  pasan a ser toda nuestra realidad. Es muy difícil poder aislarse conscientemente, elegir cuando, generalmente ocurre, simplemente sucede. Eso es todo. Caminar cuatro metros pasa a ser un ritual, y se hace despacio.

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